domingo, 7 de agosto de 2011

Definicion de Sociedad, Economia y produccion

Definición de sociedad
La sociedad es un conjunto de individuos que comparten una cultura con sus conductas y fines, y que interactúan entre sí para formar una comunidad. Aunque las sociedades más desarrolladas son las humanas

PRODUCCIÓN

Es cualquier actividad que sirve para crear, fabricar o elaborar bienes y servicios. En un sentido algo más estricto puede decirse que producción económica es cualquier actividad que sirve para satisfacer necesidades humanas creando mercancías o servicios que se destinan al intercambio. El concepto económico de producción es, por lo tanto, suficientemente amplio como para incluir casi todas las actividades humanas: es producción del trabajo del artista y del artesano, la provisión de servicios personales y educacionales, la actividad agrícola y la de la industria manufacturera.

El nivel de vida de una comunidad, y el grado de desarrollo económico de la misma, dependen esencialmente de la cantidad de bienes y servicios que estén a su disposición para el consumo y ésta, a su vez, depende de la cantidad de mercancías que sean producidas en un período dado. Cualquiera sea la forma en que se distribuyen los ingresos de una población, ésta tendrá bajos niveles de consumo si el volumen de los bienes disponibles es insuficiente; por ello la riqueza de las sociedades modernas se basa en una expansión enorme de la producción con respecto a la existente en épocas anteriores, y no en las políticas redistributivas que se hayan llevado a cabo. El volumen de la producción depende de la división del trabajo y ésta de la existencia del mercado. La producción moderna se basa en un acervo tecnológico que se ha ido expandiendo a lo largo del tiempo e implica el uso intensivo de capital y de mano de obra cada vez más calificada. La amplitud de los mercados modernos ha hecho que pueda producirse una variedad inmensa de bienes y servicios.

La teoría económica ha prestado particular atención a dos problemas fundamentales que enfrenta el productor: qué combinación de factores utilizar para lograr la eficiencia y qué cantidad producir para maximizar las ganancias.

En la práctica las empresas enfrentan otros problemas, más difíciles de encarar teóricamente: deben afrontar inversiones de riesgo cuando lanzan al mercado productos cuya aceptación no es completamente conocida; deben adaptarse a las complejas regulaciones que imponen casi todos los Estados, y tienen que lograr, además, un adecuado clima en las relaciones laborales.

¿QUÉ SON LOS MODOS DE PRODUCCIÓN?

Es el modo de obtener los bienes materiales necesarios al hombre para el consumo productivo y personal. El modo de producción constituye la unidad de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción. El cambio del modo de producción origina cambios del régimen social, sirve de base al desarrollo de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción, de toda la producción social. Gracias a los conocimientos adquiridos, a la experiencia y a los hábitos de trabajo, los hombres producen los bienes materiales, desarrollan las fuerzas productivas, que muestran el grado en que el hombre domina a la naturaleza. El nivel de desarrollo alcanzado por las fuerzas productivas determina el carácter de las relaciones de producción. Las relaciones de producción o relaciones económicas, es decir, las que se establecen entre los hombres en el proceso de producción de los bienes materiales, influyen a su vez activamente sobre las fuerzas productivas, facilitando u obstaculizando su desarrollo. Si las relaciones de producción corresponden al nivel de desarrollo de las fuerzas productivas, como ocurre, por ejemplo, bajo el socialismo éstas se desarrollan sin obstáculos. En cambio, cuando las relaciones de producción dejan de corresponder al nivel de las fuerzas productivas, como es el caso en el capitalismo contemporáneo frenan el progreso de dichas fuerzas, se convierten en una traba, y se hace necesario sustituir el modo de producción caduco por otro nuevo, que corresponda al nivel más elevado de las fuerzas productivas. Este cambio de un modo de producción por otro se efectúa por vía revolucionaria. El fundamento económico de las revoluciones sociales se pone al descubierto gracias a una ley económica general: la ley de la correspondencia entre las relaciones de producción y el carácter de las fuerzas productivas, descubierta por Marx. El papel decisivo en el sistema de las condiciones materiales de vida de la sociedad corresponde al modo de producción de los bienes materiales. Según sea el modo de producción, tal será en lo fundamental la sociedad misma -sus ideas, sus teorías, las concepciones y las instituciones políticas. La historia conoce cinco modos de producción que se han sucedido desde el nacimiento de la sociedad humana: el de la comunidad primitiva, el esclavista, el feudal, el capitalista y el socialista. Éste es el más progresivo de la historia. El que se sustituya un viejo modo de producción por otro nuevo es resultado inevitable de la agudización de las contradicciones entre las fuerzas productivas en desarrollo y las relaciones de producción rezagadas. Tales contradicciones, cuando impera la propiedad privada sobre los medios de producción, poseen carácter antagónico y se manifiestan en la lucha de clases. En esta lucha alcanza la victoria la parte de la sociedad que se halla vinculada al modo de producción más avanzado y progresivo. Bajo el socialismo, las contradicciones en el desarrollo del modo de producción no presentan carácter antagónico y la sociedad las supera mediante el perfeccionamiento consciente de las relaciones de producción, a las que adecua el nivel de las fuerzas productivas. Del modo de producción hay que distinguir la base económica de la sociedad, que es el conjunto de las relaciones de producción dominantes en tal o cual sociedad humana. La unidad del modo de producción y de la superestructura ideológica y política que corresponde a la base de una sociedad dada constituye una formación económico-social.

La sociedad se compone de productores y consumidores. Todos somos consumidores y muy pocos los que no somos productores. La razón es muy sencilla. Para no ser productores, tendríamos indispensablemente que carecer de toda industria y talento, no poseer ni la más pequeña porción de tierra y no tener empleado el más miserable capital.

Entendemos por población civilizada, la que tiene los gustos y necesidades de un pueblo culto, la que respeta a las personas y propiedades, la que habita en casas decentes y bien amuebladas, la que se mantiene con alimentos sanos y variados, la que se cubre con buenos vestidos, y la que cultiva la inteligencia y las artes.

Para que florezca la producción en un pueblo, es menester que tenga los gastos y las necesidades que hemos indicado, porque, los productos destinados a su satisfacción, carecerían de utilidad y valor donde no existieran esas necesidades y esos gastos.

Los hombres no pueden comprar los productos que necesitan, sino con los objetos que ellos mismos producen.

Es por ello que se hace necesario el desarrollo de nuevos modos de producción y un poco de cambio en la conciencia de todos los venezolanos para entre todos construir un mejor país.

Política, economía y sociedad en la Argentina del siglo
XX. Una aproximación histórica a sus continuidades y
cambios.


El salón estaba lleno de puertas, pero todas se
hallaban cerradas, y después que Alicia fue a un lado
primero, y al otro después, forcejeando en todas, se
dirigió tristemente hacia el centro, preguntándose cómo
haría para salir de nuevo.
Lewis Carroll, Alicia en el País de las Maravillas.
Esta aproximación a la emergencia de nuevas ideas en el siglo
XX con el propósito de advertir su proyección hacia el futuro, se hace
aquí desde la enriquecedora perspectiva que ofrece la Historia, cuyos
ejes científicos centrales -espacio y tiempo y su propio objeto de
estudio: el hombre, "el actor social" que siempre está presente en el
escenario histórico (Alain Touraine)1- ofrecen la oportunidad de
analizar el surgimiento de nuevas ideas, pero también las
continuidades, las transformaciones y los cambios. El abordaje en
esta breve exposición,
*CONICET-UNLP-UNQ
CUYO. Anuario de Filosofía Argentina y Americana, nº 15, año 1998, págs. 11-22
12 Noemí M. GIRBAL- BLACHA
necesariamente será parcial, y estará referido sustancialmente al
caso de la Argentina durante este siglo, que junto con el milenio, ya
finalizan.
La conformación de la Argentina Moderna hacia 1880 y su
vigencia hasta 1930, dio muestras -a la luz del espíritu positivista- de
la conformación del Estado Nacional oligárquico conducido por un
concentrado grupo de "notables" (Botana)2 nucleados en partidos
políticos liderados por caudillos de élite, que siendo liberales en lo
económico eran conservadores en lo político (McGann,
Carmagnani)3, al mismo tiempo que se mostraban preocupados -en
su puja con el poder de la Iglesia- por la familia y la educación; no
sólo para consolidar el poder del Estado, sino para afianzar la
identidad nacional. Son los tiempos en que -frente al recorte de las
autonomías provinciales- la gobernabilidad aparece disociada de la
democracia.4 El país "aluvional" (J.L.Romero),5 de inmigración masiva
de italianos y españoles -agente de transformación socioeconómica
por excelencia- que impulsan un proceso acelerado y creciente de
urbanización, se da en un ámbito donde la tierra no sólo resulta un
recurso económico para la expansión agropecuaria sustentada en el
régimen de arrendamientos y es básica en la modernización de las
economías agroindustriales y monoproductoras del interior, sino todo
un símbolo de poder político y de prestigio social.
Quedaba atrás la Argentina Criolla, pecuaria, con rasgos propios
de una "gran aldea". La inversión de capitales extranjeros, la
reactivación del comercio exterior cada vez más estrechamente unido
a Europa (Inglaterra), las aspiraciones argentinas de ejercer el
liderazgo en América Latina, como los Estados Unidos lo hacía para
América del Norte y Central, a partir de su particular concepción del
panamericanismo, dieron sustento al "progreso" positivista
considerado, por entonces, indefinido.6 Aun las crisis, como la de
1890, fueron calificadas como "crisis del progreso" (Cortés Conde),
de alcance ¡imitado, coyuntural, monetaria y fiscal, asociada a los
altibajos en el ahorro interno.7
La significación y creciente virulencia de la "cuestión social"
(Panettieri, Rack, Baily)8 que deriva en la sanción de leyes como la de
Residencia (1902) y de Defensa Social (1910), activa
simultáneamente "el nacionalismo esencialista que funda la identidad
en la cultura" (Terán).9 A esta situación se agregan: el fin de la
expansión horizontal
Política, economía y sociedad en la Argentina del siglo XX 13
agraria hacia 1910, la sanción de la ley Sáenz Peña en 1912 que abre
las puertas a la democracia ampliada asociada a la gobernabilidad, y
permite en 1916 la llegada al gobierno nacional de los sectores
medios urbanos, de la mano de partidos políticos modernos como la
UCR nacida en 1891. A estos cambios se suman en 1914 los efectos
del estallido de la Primera Guerra Mundial. Son las primeras
advertencias para el cambio, que preocupan a la élite dirigente -que
ya no se muestra tan homogénea en sus propuestas y en su
accionar-. Quizás por esta razón la respuesta más significativa se
traduce en la implementación del "control social", en sus más
variadas formas (Museo Social Argentino, Asociación Nacional del
Trabajo, Liga Patriótica, etc.), para asegurar el "statu quo" más que
para consolidar una adaptación al cambio.lO Si algunos intelectuales,
como Joaquín V. González desde su función política y en la
universidad, o Alejandro Bunge y su grupo de colaboradores desde la
Revista de Economía Argentina, o -seguramente con más
restricciones-los nacionalistas de élite (Zuleta Alvarez, Barbero-
Devoto, Buchruker),11 advierten sobre la necesidad de operar
reajustes en el modelo socio-económico y político, "la Argentina que
no fue" (Juan José Llach),12 terminó en el cajón de los recuerdos.
Es el crac internacional de 1930, asociado en nuestro país a la
ruptura del orden institucional con la presencia del Ejército que pasa a
ejercer el poder político, vinculándose al neoconservadorismo,
cuando la gobernabilidad aparece asociada a la democracia
restringida y el Estado desde un plano de "integración vertical"
(Pereyra) replantea su papel.13 Se inaugura el tiempo de la crisis
nacional, estructural, orgánica, que -si bien no alcanza a
transformarse en "crisis revolucionaria"- se manifiesta en un proceso
complejo, múltiple, desconocido hasta entonces. Para exponerlo en
palabras de Waldo Ansaldi, en esa época "el drama reside tanto en la
incapacidad de la clase dominante (burguesía terrateniente) para ser
dirigente, cuanto en las subalternas para construir un sistema
hegemónico alternativo". 14
Crisis de identidad, de dependencia, de legitimidad, de
participación y de distribución (Almond y Pye),15 que generan
respuestas cada vez más adaptativas al nuevo contexto ideológico
estructural, son sus rasgos sobresalientes, que incluye apreciables
alteraciones en la escala de valores vigente (orden, propiedad,
ahorro) y en las mentalidades colectivas, que avanzan
desconcertadas entre la
14 Noemí M. GIRBAL- BLACHA
vanguardia y la tradición.16 Ante los desajustes del modelo, la clase
dirigente se preocupa "más por su equilibrio que por su
transformación", afirma Alain Touraine. De ahí que el golpe de estado
del 6 de setiembre de 1930 resulte una respuesta a la frustración de
expectativas, más que a una situación de "miseria profunda" o de
mantenimiento del "statu quo" (Allub)17 El Estado liberal entra en
crisis, se activa la polarización social y se produce el derrumbe del
mercado internacional de capitales. El Estado árbitro de la etapa
anterior, adquiere rasgos marcadamente intervencionistas que se
manifiestan a través de la economía, de las finanzas y en su relación
con el cuerpo social.
Continuidad y cambio conviven en la Argentina de entonces. Es
posible advertir el nexo con el pasado en el soporte oficial a la
economía agroexportadora a través de subsidios estatales (Juntas
Reguladoras), en el apoyo oficial al bilateralismo (Tratado Roca
Runciman, 1933), en la desactivación del conflicto social; son -sin
lugar a dudas- algunos de los rasgos en que se manifiesta la
continuidad. La industrialización por sustitución de importaciones, el
intervencionismo en las finanzas (Control de cambios, 1931 y 1933;
Banco Central, 1935) y -al estallar la Segunda Guerra Mundial- las
previsiones del Plan de Federico Pinedo, de 1940, que procura
conciliar industrialización y economía abierta para anticiparse a los
efectos de la posguerra y reactivar la economía nacional, alentando
un acercamiento con los Estados Unidos, son -por su parte- las
acciones que dan consistencia al cambio en la estrategia de
desarrollo vigente, aunque sea parcialmente.18
El Estado nacionalista, popular, dirigista y planificador que hunde
sus raíces en el golpe militar del 4 de junio de 1943, recompone una
vez más, el nexo entre gobernabilidad y democracia, aunque éstas no
siempre aparezcan asociadas al principio de libertad. Hereda de la
etapa anterior su impulso a la industria, aunque trasciende en esta
época la sustitución de importaciones y se enlaza con una política
socioeconómica que atiende a un fortalecido mercado interno;
acentuando el papel estratégico jugado por el agro y el dirigismo
estatal, que impregna, ahora, a la sociedad en su conjunto.19 No
obstante, el Estado benefactor de esta "Nueva Argentina", con su
singular y seductor discurso populista, que hace uso de todas las
estrategias culturales posibles para infiltrar la "doctrina nacional" con
miras a fortalecer la "comunidad organizada", no busca cambiar los
códigos y el lenguaje
Política, economía y sociedad en la Argentina del siglo XX 15
de los sectores humildes de la población; por el contrario los adopta
para hacer más creíble el mensaje que procura transmitir. Juan
Domingo Perón resulta, así, "el primer trabajador", es un
descamisado más y se solidariza con los llamados -por la oposición-
"cabecitas negras", que pueblan el Gran Buenos Aires.
Por estas razones se dispone a la confrontación abierta con la
"Argentina oligárquica". Pueblo vs. oligarquía, primero, y después de
los años '50 peronismo vs. antiperonismo, dividen, enfrentan y obligan
a alinearse a la sociedad argentina; dando sustento a ese estilo
discursivo singular, que -de todos modos- al ser confrontado con su
accionar en materia crediticia o de modificaciones en el sistema de
tenencia de la tierra -por ejemplo- no pone fin a la Argentina
agroexportadora, aunque sostiene cambios en materia de
nacionalización de los servicios, repatriación de la deuda externa y
una amplia política de asistencia y bienestar social. Trabajo, ahorro,
familia, educación son valores en sí mismos. Sustentado en la
doctrinaria "tercera posición", el nacionalismo peronista no es
uniforme. Queda demostrado al concretarse "el cambio de rumbo" y
"la vuelta al campo", en la inversión de capital externo, en los
subsidios acordados al agro por el IAPI; en suma, en el conjunto de
acciones operadas desde 1950 por resolución estatal. Mitos y
realidades de esta manifestación del nacionalismo argentino quedan,
así, expuestos.20
Una nueva ruptura del orden institucional en setiembre de 1955,
encabezada por la autodenominada "Revolución Libertadora", no
ofrece un frente interno de intereses homogéneos pero -de cualquier
modo-inaugura una nueva etapa en la historia argentina, que -ante la
inoperancia de la fórmula lonardista :"ni vencedores ni vencidos"- no
consigue borrar la virulenta división entre peronistas y antiperonistas
en nuestra sociedad. Un enfrentamiento al cual no es ajeno la
intelectualidad argentina de diverso signo y que se mantendrá vigente
hasta el retorno del país a la democracia en 1983, cuando las
sectorizaciones sociales pasen por otras coordenadas y se orienten
en torno a las secuelas derivadas del autoritarismo violento.
El golpe de Estado permanente parece instalarse definitivamente
en la Argentina desde mediados de este siglo. Malestar social, poder
militar -que se vincula desde ese momento a la órbita
estadounidense- y poder político, asociados o enfrentados según
convenga a la ocasión,
16 Noemí M. GIRBAL- BLACHA
dan sustento a los nuevos tiempos. Ejército, poder legal y liderazgo a
distancia -de un Perón ausente físicamente pero muy presente en el
manejo de los resortes del poder- completan un estado de situación
de equilibrio inestable que tiene su correlato económico en la inflación
creciente, las propuestas cepalinas para la producción y la inversión
en la Argentina y una deuda externa que paulatinamente
comprometerá el futuro del país.21 Estos son los síntomas que se
harán más agudos desde los tiempos de la "Revolución Argentina",
que en 1966 se instala en la República, disociando la gobernabilidad
de la democracia y de las libertades individuales, obligando al éxodo
de intelectuales, pero que esencialmente -y a diferencia de las etapas
anteriores- motiva respuestas violentas organizadas capaces de
subvertir el orden establecido, que alcanzan notable trascendencia e
incluso cambian el sentido conceptual del término "revolución".22
Cobra fuerza y empuje un fenómeno que no es nuevo: "el miedo a la
democracia" (Chomsky).23
En los inicios del decenio de los '7O, el populismo retorna al
poder. Con él las esperanzas compartidas por amplios sectores
sociales, de retornar al pasado de la Argentina peronista de mediados
de los años '4O. Pero la coyuntura internacional (el mayo francés del
68, los ecos de la revolución cubana poderosa y casi perpetua, la
guerra fría, el avance del tercermundismo, la crisis del petróleo) y
también la coyuntura interna, no son las mismas.24 La teoría de la
dependencia parece querer explicarlo todo, para anular los ecos del
cepalismo. El clima de ideas, confuso y enrarecido, vuelve a
impregnar el ambiente, ante la reiterada pregunta acerca de la función
que debe cumplir el Estado, es decir, la responsabilidad que éste
debe asumir para dar satisfacción a las necesidades elementales
insatisfechas, tanto en el plano económico-social como en el político y
cultural. Pero los guardianes del poder permanecen atentos y en
medio del vacío institucional, a mediados del decenio de los '7O se
inauguran los "años de plomo" (Quattrocchi-Woisson); la "guerra
sucia" se instala en el poder, avalada por "la diplomacia silenciosa"
estadounidense.25 En la Argentina violenta la gobernabilidad se
asocia más que nunca al autoritarismo, pero también a la coerción, la
coacción y el oscurantismo de la ilegalidad. La sociedad argentina
volverá a escindirse ideológica y éticamente, en opciones enfrentadas
que quedan expuestas en plenitud con el retorno a la democracia en
1983.26
Política, economía y sociedad en la Argentina del siglo XX 17
Los álgidos efectos de la deuda externa, el desencuentro social
después de tantos años de silencio impuesto, un poder legislativo
poco operativo para cumplir con sus funciones y poco después: la
hiperinflación, la carencia de ahorro interno unida a la volatilidad de
los capitales foráneos que arriban al país, así como la ausencia de
decisión política, dan muestras elocuentes de los efectos de aquellas
ideas que abortaron cuando la gobernabilidad y la democracia no
marcharon en igual sentido ni por la misma senda. 27
Los años '90 hicieron más tangible la pérdida de poder del
Estado argentino, el gobierno cambiaba de manos una vez más y una
llamada "democracia popular de mercado" (Alsogaray) que dio paso a
una instancia de privatizaciones y libre competencia entre
contendientes de desigual envergadura, agudizaron el peso de la ya
agobiante deuda externa y no tardaron en derivar en la decadencia
de la industria nacional, el aumento del desempleo y -en general- en
la prescindencia de lo público para asegurar el bienestar general, a
través de la educación, la salud, la seguridad y la previsión social. Los
niveles de pobreza y la concentración de la riqueza aumentaron
vertiginosamente en los últimos años. El informe de 1998 del Banco
Mundial afirmaba que el 20 % más rico de los argentinos obtiene el
51 % de la riqueza anual del país y el 10 % más pobre, que en 1975
tenía el 3,1 % de los ingresos, algo más de un decenio después sólo
recibe el 1,6 %. Por otra parte, una reciente encuesta (febrero de
1999) del Centro de la Opinión Pública (CEOP) revela que 8 de cada
10 porteños y bonaerenses cree que el Estado ha sido deglutido por
el mercado, es decir, por los grandes grupos económicos.28 Su visión
-compartida por algunos politólogos y economistas- es la de un
Estado desertor de sus responsabilidades sociales y de control que
garantice el sistema. Casi ningún sector de la sociedad argentina deja
pues de preguntarse hoy ¿dónde está el Estado? (Ver: Clarín,
domingo 7 de marzo de 1999, sección Zona).29
Mientras la Argentina de la incertidumbre se fortalece y crece, la
situación internacional -envuelta en una aguda crisis económica y
política a la que parece no encontrarle solución- también da muestras
de un cambio profundo: ya no se habla de los efectos de la guerra
fría, la caída del muro de Berlín ha dejado notables consecuencias no
sólo para Europa, sino para todo el mundo. Si bien la tecnología se
ha impuesto, el desempleo representa por sus niveles un problema
serio
18 Noemí M. GIRBAL- BLACHA
que no reconoce fronteras y los analistas de la realidad actual y su
proyección al siglo XXI perciben y reclaman -sin más demora- una
mayor justicia social.3O Las instituciones financieras de ayuda
internacional, por su parte, son vistas como ineficientes e insuficientes
(FMI-Banco Mundial) para recuperar el crecimiento, restablecer la
confianza y los valores éticos. Además, el avance de la globalización
institucionalizada (que reconoce antecedentes históricos de
envergadura)31 parece querer desdibujar las soberanías nacionales al
asociar la cuestión a la teoría que supone llegado el fin de las
ideologías (Galasso).32 No obstante, las desigualdades mundiales
cada vez mayores y más profundas, indican que en el fondo de este
meneado proceso aun se agitan las "cuestiones nacionales" y que las
sociedades periféricas reclaman el derecho a defender sus riquezas y
-por supuesto- a decidir su propio destino. Todas estas características
son manifestaciones tangibles del cambio, que al mismo tiempo,
anticipan un desconcertante siglo XXI.
La Argentina, "un país enfermo de su memoria" (Quattrocchi-
Woisson) 33, piensa el futuro dándole la espalda a las ideas centrales
que dejaron huellas profundas en la historia de la Nación y de su
sociedad, para retomar la vieja alternativa de soluciones rápidas (casi
mágicas) para sus necesidades, haciéndolas depender de la
presencia de liderazgos personales fuertes, pero sensibles a las
urgentes necesidades sociales. Intenta entonces respaldarse en
hombres o mujeres que traigan consigo las respuestas a tantas
preguntas insatisfechas y largamente postergadas. Desconoce así el
consejo de Maquiavelo que en El Príncipe acepta "que la fortuna sea
juez de la mitad de nuestras acciones, pero que nos deja gobernar la
otra mitad", ya que quien "confía ciegamente en la fortuna perece en
cuanto ella cambia" (cap. XXV).34
Si como ha dicho Eric Hobsbawm "no sabemos a dónde vamos,
sino tan solo que la historia nos ha llevado hasta este punto y por
qué",35 la dirigencia política -por lo menos la argentina- debiera
recordarlo, para poder comprender que la historia no es una materia
inerte, para por lo menos- no reincidir en sus equivocaciones, no
defraudar esperanzas colectivas y, muy especialmente, para tener
presente cuáles son sus deberes específicos como representantes
del cuerpo social que los coloca -por medio de la vigencia
democrática- en un lugar de privilegio para ejercer legítimamente la
gobernabilidad.
Política, economía y sociedad en la Argentina del siglo XX 19
En los '90 la sociedad argentina en general, parece haber dado
por finalizado "el siglo de la libertad y el miedo" como califica Natalio
Botana al siglo XX, pero no a sus incertidumbres.36 Parece haber
clausurado la centuria: al manifestar su desconfianza (muchas veces
asociada a la corrupción) hacia el comportamiento de la clase política,
hacia la justicia, hacia los dueños del poder económico y
desconcertada frente a la ausencia de una escala de valores a la cual
atenerse. La desaparición del Estado benefactor que ha dado paso al
accionar del Estado intermediario, no ha tenido correspondencia con
una mejor administración y eficiencia estatal; más bien ha provocado
un sentimiento social de indefensión.
La democracia latinoamericana marcha a los tumbos; así
parecen indicarlo la confusa y conflictiva situación vivida por el
gobierno paraguayo (el asesinato del vicepresidente Luis Argaña), el
estallido social en Ecuador, la crisis brasileña, el neopopulismo
privatizador venezolano, la escisión de la sociedad chilena frente al
juicio de las acciones coercitivas y autoritarias del ex Presidente Gral.
Augusto Pinochet y aun los intentos de perpetuarse en el poder como
ocurre con los casos de los actuales Presidentes de la República
Argentina y del Perú. Los países sudamericanos ingresan a la
globalización envueltos en sus propios problemas, cuando "sus
sistemas políticos crujen bajo las presiones del mercado" (V. Muleiro)
y el presidencialismo "es una institución en crisis por la dificultad de
formar mayorías de un solo partido" (T. Di Tella)37 En medio de un
contexto mundial imprevisible, en el que se acentúan las
desigualdades de todo tipo38 , la Argentina como le ocurre a gran
parte de América Latina- emprende "la odisea del siglo que viene" -así
calificada por el filósofo estadounidense Richard Rorty- y lo hace en
medio de una crisis de representación, con un sentimiento de
nostalgia por la pasión política de otros tiempos y sin una vanguardia
que se destaque en este terreno (B. Sarlo).39 De ahí que procure
avanzar y armar su futuro, entre la ilusión y el desconcierto.
20 Noemí M. GIRBAL- BLACHA
Notas:
1 TOURAINE, Alain: El regreso del actor, Buenos Aires, EUDEBA, 1987, pp.64-66.
2 BOTANA, Natalio: El orden conservador. La política argentina entre 1880 y 1916, Buenos Aires,
Editorial Sudamericana, 1977.
3 MCGANN, Thomas F.: Argentina, Estados Unidos y el sistema interamericano 1880-1914, Buenos Aires,
EUDEBA, 1965. CARMAGNANI, Marcello: Estado y sociedad en América Latina 1850-1930, Barcelona,
Editorial Crítica-Grijalbo, 1984, pp.98-175.
4 Sobre el concepto de gobernabilidad y su diferencia con la democracia: GARRETON, Manuel Antonio:
"Redefinición de gobernabilidad y cambio político", en Síntesis 22, julio-diciembre de 1994,
pp. 53-60.
5 ROMERO, José Luis: Breve Historia de la Argentina, Buenos Aires, EUDEBA, 1967, pp. 61-70.
6 CORNBLlT, Oscar; GALLO, Ezequiel y O 'CONNELL, Arturo: "La generación del 80 y su proyecto:
antecedentes y consecuencias", en DI TELLA, Torcuato y otros: Argentina, sociedad de masas, Buenos Aires,
EUDEBA, 1966, pp. 18-58. CORTES CONDE, Roberto: El progreso argentino 1880-1914, Buenos Aires,
Editorial Sudamericana, 1979.
7 CORTES CONDE, Roberto: Dinero, deuda y crisis. Evolución fiscal y monetaria en la Argentina, Buenos
Aires, 1989, cap. VI. GIRBAL de BLACHA, Noemí M.: "La Argentina en crisis (1890, 1929, 1989). Raíces
históricas", en Boletín de la Academia Nacional de la Historia vol. LXII-LXIII, 19891990, Buenos Aires,
Academia Nacional de la Historia, 1994, pp.151-184.
8 PANETTIERI, José: Los trabajadores en tiempos de la Inmigración masiva en Argentina 18701910, La
Plata, Universidad Nacional de La Plata, 1965, Colección Monografías y Tesis VIII. Rack, David: El
radicalismo argentino, 1890-1930, Buenos Aires, Amorrortu editores, 1977. BAILY, Samuel L.: Movimiento
obrero, nacionalismo y política en la Argentina, Buenos Aires, Paidós, 1984.
9 TERAN, Oscar: "Nacionalismo criollo. El que no salta ...", en Clarín, Buenos Aires, domingo 7 de marzo de
1999, sección Cultura y Nación, p. 7.
10 GIRBAL-BLACHA, Noemí M.: Ayer y hoy de la Argentina rural. Gritos y susurros del poder económico,
Buenos Aires, Reun/Página 12, pp. 15-38. OSPITAL, María Silvia: Inmigración y nacionalismo: la Liga
Patriótica y la Asociación del Trabajo (1910-1930), Buenos Aires, CEAL, 1994, Biblioteca Política Argentina
469.
11 ZULETA ALVAREZ, Enrique: El nacionalismo argentino, Buenos Aires, La Bastilla, 1975.
BUCHRUCKER, Cristián: Nacionalismo y peronismo. La Argentina en la crisis ideológica mundial (19271955),
Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1987. BARBERO, María Inés y DEVOTO, Fernando: Los
nacionalistas, Buenos Aires, CEAL, 1983, Biblioteca Política Argentina 9.
12 LLACH, Juan José: La Argentina que no fue, Buenos Aires, IDES, 1986.
13 PEREYRA, Horacio: Algunas hipótesis para el análisis del peronismo (1945-1955), Buenos Aires,
Editorial Biblos, 1988, Cuadernos de Historia Argentina 1.
14 ANSALDI, Waldo: "Reflexiones históricas sobre la debilidad de la democracia argentina, 18801930", en
Anuario 12, Rosario, Escuela de Historia-Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de
Rosario, 1986-1987, pp. 391- 421.
15 WALDMANN, Peter: El peronismo 1943-1955, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1981, pp. 11-50.
16 BAHAMONDE MAGRO, Angel: "Aspectos económicos de la crisis de 1929", en Siglo XX. Historia
Universal 12, Madrid, Editorial Grupo 16, marzo de 1986, pp. 7-42.
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